La historia de los americanos en Soledad (primera parte)


Juan Ariel Toledo Guerra -
“En Cuba a nadie le interesa rescatar Soledad, es historia de los americanos”. Así se justificaba un funcionario de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Cienfuegos en el 2012 ante la sorpresa de no conocer que una de las viviendas coloniales del poblado formaba parte de la lista de Monumentos Locales en la provincia.
Desde entonces mucho ha cambiado: Cuba y Estados Unidos iniciaron el camino para normalizar sus relaciones, la Perla del Sur se prepara para celebrar su 200 aniversario, mientras han transcurrido 11 años del nombramiento por la UNESCO del Centro Histórico de esa ciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Lo único invariable en el tiempo ha sido la escasa voluntad por rescatar la riqueza patrimonial de Pepito Tey (donde existió el ingenio Soledad), porque eso sí, el olvido de nuestras raíces y la destrucción de la memoria histórica han avanzado de forma incontenible, dando sepultura a casi dos centurias de leyendas y tradiciones.
Y sí, gran parte del legado de estas tierras es historia de los americanos, historia del capitalismo voraz que dominó la “sacarocracia” cubana mientras extraía el último jugo de la dulce gramínea con mano de hierro hacia los obreros. Hoy más que nunca se hace necesario rememorar ese pasado para no volver a caer en él.
Resulta que mucho antes de la gran transición a la etapa del central moderno, ya los inversionistas norteamericanos tenían sus ojos puestos en la industria azucarera cubana. Edwin F. Atkins fue el primer empresario del norte en empotrar sus dólares en un ingenio de la isla.
El receptáculo de las inversiones de Atkins fue precisamente el Soledad (en ocasiones también llamado Soledad del Muerto), fundado en la cuenca de los ríos Caunao y Arimao, en el sur de la actual provincia de Cienfuegos.

Muchos llamaron a este paraje Soledad del Muerto, sin embargo la inscripción de la propiedad del ingenio solo registró "Soledad". Algunos hacen alusión a la tranquilidad y monotonía del lugar pero lo cierto es que los fundadores del pueblo tomaron el nombre por sus creencias religiosas y su devoción a Nuestra Señora de la Soledad de los Dolores

El cuarto ingenio creado en la zona fue fruto de un movimiento de capitales trinitarios que generó la fundación de la Villa Fernandina de Jagua. Apenas un año de este suceso, en 1820 el acaudalado Juan Bautista Sarría se trasladaba a la zona con su familia y dotación de esclavos para iniciar la producción azucarera.

Juan Bautista Sarría era uno de las más ricos hacendados trinitarios de la época

Los Sarría tuvieron bajo su poder 6 de las fábricas de la región, y alcanzaron sus años de gloria antes de la Guerra de los 10 años. Cuenta Nancy Robaina, profesora de historia de lo que hoy es el poblado de Pepito Tey, que Domingo, nieto del propietario, herraba los caballos con plata.
Sin embargo, cuando en 1875 los mambises azotaron la zona, ya los propietarios del central confrontaban problemas económicos. La tea incendiaria solo roza levemente el Soledad pero arrasó con los campos cercanos. Producto de la crisis de 1857 a 1866, unido a los efectos de la contienda, los negocios de los Sarría fueron en picada. 

En 1875 el brigadier José González Guerra aplica la Tea Incendiaria en la zona
Las fábricas de los ingenios Buenavista, Rosario y Santa Bárbara, los cañaverales cercanos y el poblado de Arimao fueron arrasados.

La penetración de Atkins, oriundo de Boston, se produjo a través de la casa de comercio refaccionista de los Hermanos Torriente. Esta compañía, que también se dedicaba a la exportación de azúcar, le había prestado una gran suma a la familia propietaria del Soledad.
Debido a la mala gestión de José Manuel Sarría, hijo del fundador, varios de los negocios debieron ser hipotecados y vendidos. Pero la volatilidad económica en la isla por esos años afectó a todos: poco después de adquirir el Soledad, los Torriente también cayeron en la crisis.
Por tanto, el 17 de septiembre de 1884 el ingenio cambia nuevamente de dueño, esta vez a manos de la compañía de Edwin Farnsworth Atkins, y a partir de entonces comienza la modernización del ingenio.

Antes de 1884 Soledad consistía en un molino de tres masas que no extraía más del 70% del jugo y una máquina de balancín bastante vieja.

Edwind F. Atkins visitaba frecuentemente sus negocios, pero pasaba la mayor parte del tiempo en Boston y La Habana
En 1888 justo cuando Atkins se enfrentaba además al cultivo, elaboración, refinación y la parte comercial de la exportación, le sorprende la muerte de su padre, quien le servía como asesor en sus crecientes negocios. A este reto sobrevendría defender su prosperidad económica en medio de la guerra del 95.
Sin embargo, hábil e inteligente, Atkins maniobró a pesar de su enfrentamiento con Weyler para seguir la zafra. De tal manera, en enero de 1897 en el Soledad una guardia uniformada, contratada y pagada por el magnate, custodiaron el laboreo de los cientos de asalariados, en uno de los pocos ingenios que continuó la producción durante la Invasión a Occidente.

Las tropas de Atkins custodiaron el poblado ante la cercanía de la Invasión a Occidente

Como protagonista del boom azucarero en Cuba, y capitalista industrioso al fin, Atkins se dedicó a eliminar la competencia. A todos los ingenios cercanos los convirtió en ruinas y sus tierras en colonias, en un proceso que se extendió a todo lo largo de las dos últimas décadas del Siglo XIX.

Soledad fue uno de los pocos ingenios que sobrevivió al boom azucarero de la época, gracias a su modernización.

El norteamericano invirtió gruesas sumas de dinero en la adquisición de la tecnología que exigían las condiciones del mercado mundial. En su libro Sixty Years in Cuba, anotó que de los más de mil 300 ingenios que existían en la isla, solo unos cientos lograron aplicar los adelantos, entre ellos el Soledad.

Desde el propio embarcadero del ingenio, ubicado en el Río Arimao se despachaban las producciones hasta los barcos fondeados en la bahía
Hacia la década de 1890, ya este ingenio distaba mucho de lo que había sido bajo administración criolla. Una extensión de 360 caballerías de tierra; 12 toneladas de capacidad del ingenio, 750 bueyes de trabajo, más de 1000 cabezas de todo tipo y 35 Km. de ferrocarril de vía estrecha, daban un aire de cierta prosperidad.



Mas la influencia de la Revolución Industrial, y los adelantos introducidos en el central solo respondieron a los intereses de la compañía yanqui. El desarrollo de la región fue acompañado por una cruenta explotación capitalista que generó la oposición de los trabajadores durante la República.

Continuará….

* Testimonios de Nancy Robaina y el documento Historia del Central Pepito Tey, antiguo Soledad, de Eloy Macedas, consultado en el Archivo Histórico de Cienfuegos "Rita Suárez del Villar"

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