La ecuación Trump

"¿Cómo será la administración del magnate inmobiliario? ¿qué fórmula utilizará para gobernar?: adivinanzas hasta el momento para descifrar la ecuación Trump". 


Fidel Alejandro Conde - Llega un nuevo día para los estadounidenses que han saltado a las calles, tanto para apoyar como para pedir la dimisión inmediata del presidente número 45 de los Estados Unidos, en estos momentos la figura mediática del mundo. Donald Trump ha tomado posesión de su cargo con lo que se podría llamar un discurso encantador, donde trata de acercarse al pueblo estadounidense y enamorarlo con palabras sencillas que, al parecer, van dirigidas a todos los factores de la sociedad.
Miles de personas viajaron a la capital para la asunción al poder del nuevo presidente. Con algunas opiniones ciegas de amor a los Estados Unidos y otras con temor al experimento naranja de Putin, se llenaba el frente del capitolio, sin dudas, criterios muy discutibles en el contexto actual.
Primero el agradecimiento a los presidentes anteriores, como si no faltara la hipocresía en un momento puramente político. Luego, le devuelve en un instante todo el poder al pueblo norteamericano, que ha creído que gobierna su destino y no es esclavo de los intereses políticos por varias administraciones. Reconoce, por demás, que los ciudadanos de a pie han sido olvidados y que no habían formado parte de las victorias y celebraciones en las altas esferas gobernantes.
Algo que ponderar en este sentido, el mandatario examina el precio pagado por los habitantes de su país debido a excesos políticos, militares y económicos. Considera al sistema educativo como un lugar “rebosante de efectivo pero que priva del conocimiento a sus jóvenes y brillantes estudiantes” cosa muy cierta cuando la juventud de su país deja de estudiar, imposibilitada de pagar las altas cuotas en las universidades, para buscar empleo y alejarse del 4.9 por ciento de desocupados.
Otro puntico, demasiado gastado y poco puesto en práctica, amén de las incursiones en otras plazas, es la lucha contra la criminalidad y las drogas, una asignatura pendiente dejada por todos los propietarios de la Casa Blanca y que uno tras otro promete, pero no cumple. Habría que ver las primeras acciones y sus irrupciones contra el crimen organizado en el mayor consumidor de estas sustancias en el mundo, para poder hacerse un juicio positivo. Las palmas por ratificar, bien claro, que este problema ha costado la vida y el sufrimiento a miles de familias, desarmando las buenas prácticas pregonadas por las agencias y la imagen de un país seguro.
El mensaje del ejecutivo sobre el gasto militar, las guerras y la defensa es algo prometedor para los habitantes del mundo y del propio Estados Unidos, según sus propias palabras, se han concentrado durante años en construir otros ejércitos, dejando “mermado” al suyo propio, dejando atrás la protección de sus fronteras, aquí hay algo de maraña en buen cubano, cuando gastan cerca de 600 mil millones de dólares en presupuesto de defensa, costeando sus bases militares, sus incursiones en conflictos de otros y su lucha contra el terrorismo, principal disculpa para intervenir en países como Irak, Afganistán, Siria, Libia, entre otros que señalan como patrocinadores del terrorismo o simplemente amenazan su seguridad nacional.
“Reforzaremos viejas alianzas, formaremos otras nuevas y uniremos al mundo civilizado contra el terrorismo islámico radical”, esto lo dice luego de olvidar perfectamente que el EI es una creación abominable de su país para derrocar al gobierno de Bashar al-Assad, incómodo para los intereses de Washington.  
El discurso se centra fundamentalmente en la necesidad de devolver a los ciudadanos norteamericanos sus sueños, un Estados Unidos donde se remodele todo, se recuperen las fábricas que se perdieron en los gobiernos anteriores y que el país recobre su esplendor. Hacer que las industrias y los inversionistas regresen al territorio de la Unión, pues “otros países que fabrican nuestros productos, se roban nuestras industrias y acaban con nuestros empleos”.
Lo único que ha cambiado dentro de sus consideraciones, es la unidad que deben tener los estadounidenses, incluso alejándose de todo racismo, mirándolo de forma positiva cuando destaca que, “sin importar si somos negros, morenos o blancos, todos tenemos la misma sangre roja de los patriotas”, muy destacable su opinión después de sostener una actitud racista en el trascurso de su campaña presidencial.
Xenófobo sin igual, un estadounidense de pies a cabeza, con la idea de deportar a los millones de indocumentados que persiguiendo el “sueño americano” viven en los Estados Unidos y han sido la mano de obra que ha sostenido al país durante mucho tiempo.
Termina ratificando que trabajará para que Estados Unidos vuelva a ser grandioso, fuerte y orgulloso. Un discurso con ideas alentadoras para la economía, viciado por las promesas de su campaña como todos los discursos al inicio de la gestión presidencial.
Entonces cabe preguntarse ¿cómo será la administración del magnate inmobiliario? y ¿qué fórmula utilizará para gobernar?, adivinanzas hasta el momento para descifrar la ecuación Trump. 

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