Macholín: un formador de periodistas

"Soy el historiador municipal; tengo muchachos que vienen a repasar para la prueba de aptitud de periodismo; tengo un trabajo en la prisión; tengo la peña Los elevados, tengo la asesoría del trabajo cultural en la Casa de la Cultura; tengo un programa de radio los jueves, así que yo no sé lo que es jubilación". Entrevista a Héctor Inocente Cabrera Bernal (Macholín).


Rosana Montero Rodríguez - Mientras más me acercaba al lugar, los recuerdos fluían a borbotones. Ha pasado todo un año, y allí están el parque con la estatua de Fayad Jamís, el paladar del Moro. Toco el timbre familiar, y una voz mustia, pero sobrecogedora resuena en el interior de la casa: - Ya va-, se escucha decir. Y puede sentirse, en la tranquilidad de la calle, el resonar de cierto bastón acercándose.
Todo estaba igual, pero el primer comentario que hace al verme es: -¡Pero, muchacha, qué grande estás! Casi no te reconozco, ¡eres todo una mujer! Y pienso que si estoy así, que si en verdad he crecido, se lo debo en gran parte a su ayuda.
Él, siempre tan dispuesto a ayudarme. Él, mi profe, mi amigo, mi entrevistado. Él, manantial eterno de anécdotas. Él, contra el tiempo, los accidentes, el olvido.

Profe, toda persona que llega a conocerlo, sabe que en la presentación que le hacen, antes del Héctor Inocente Cabrera Bernal, va el Macholín. ¿Cómo surge este apodo?
En 1948, el año en que nací, antes que a mí, una vecina había dado a luz a un muchacho, que por sus rasgos, se le confirió el apodo de Macho Lindo. Llego yo, y aunque quisieron llamarme del mismo modo, no fue posible por características obvias. Entonces, se quedó el Macholín. Es un sobrenombre que me puso mi mamá, por lo que no puedo ponerme bravo. Y en los días de hoy, muchas personas ni siquiera conocen mi nombre real.

¿Cuándo y cómo comienza a vincular Macholín el deporte y la pasión por la investigación?
Creo que puedo asegurar que tanto el deporte como la atracción por la historia son bichitos que siempre he llevado conmigo. Mi padre era un revolucionario que se alzó con la columna de Víctor Bordón, y mi mamá me enseñaba a querer eso. Además, ella leía mucho a Martí, incluso sin haber estudiado, y yo lo heredé de ella. Cuando me gradué de la escuela Manuel Fajardo, de profesor de Educación Física, me ubicaron a trabajar en Santa Clara como entrenador. Luego, paso a Jefe de Divulgación en Las Villas, y ahí me comienzo a vincular con deportistas. Entonces, Luis Acosta, que había terminado de fundar Tele Cubanacán, me invita a escribir un programa de curiosidades sobre el deporte. Luego, trabajo en la emisora CMHW, en un programa sobre la historia de los deportes con Héctor Alomá. Más tarde soy director del INDER de Sancti Spíritus, y después decido matricular nuevamente en la universidad, graduándome de licenciado en Historia de Cuba. 

 ¿Cuál es el libro que rompe el hielo como escritor?
Ya yo había publicado algunos artículos en el periódico Escambray. Sin embargo, me comienzo a interesar por la historia de Jesús Menéndez como trabajador en las escogidas de tabaco. Mi estudio me lleva hasta la huelga tabacalera de 1952 en Guayos. Investigo mucho sobre esta, y de ahí surge mi primer libro, que se tituló Rebelión de pueblo, una advertencia al tirano. 1952. Dos años más tarde, publico entonces Jesús Menéndez, tabaco y azúcar.

¿Qué le aportó el libro Mucho pa la chiva a su carrera?
El libro tuvo una gran aceptación, ya que es un compendio de la gente y las cosas sin historia que anda con la gente y las cosas de historia: el popular, el bar de la esquina, el que más cerveza toma, mis queridas parrandas, etc., yo los recogí en mi libro. En realidad, me ha traído muchas satisfacciones, y las personas me lo piden, y quieren que se haga otra edición. A veces me pongo un poco celoso, porque pienso que quieren más Mucho pa la chiva que a mis otros dos libros.

 ¿Con qué autores se identifica más?
Me encantan Leonardo Padura, Daniel Chavarría, Wichi Nogueras, Ernest Hemingway, pero leo de todo. Me gusta la poesía de Nancy Morejón, de Carilda Oliver, de Nicolás Guillén.

 Usted ha recibido diversas condecoraciones a lo largo de su vida, como es el caso de “Pepito Tey” del Consejo de Estado, la “Rafael María de Mendive”, pero, ¿por qué posee usted la medalla “Mártires de Barbados”? 
Porque además de que trabajé 25 años en el INDER, por poco yo soy una víctima más del crimen de Barbados. A mí se me había asignado un viaje a Venezuela, con el equipo de esgrima, y a mi amigo Manuel Permuy, a Berlín. Pero él enfermó, e intercambiamos los viajes, para que no perdiera la oportunidad, y yo fui a Berlín. En 1976, entonces, mi amigo viaja y muere en el incidente de Barbados. No solo él, sino que viajaba mi equipo, todos eran mis amigos. Se me entrega la medalla entonces en el monumento Mártires de Barbados en Trinidad. Es una condecoración muy preciada para mí.

Hoy, 40 años después del  fatídico suceso, ¿cree usted que la vida tuvo razón al no permitirle montarse en ese avión? ¿Cree que la vida consideró que su tarea en este mundo no había culminado todavía?
Yo soy un hombre creyente. Quizás Dios dijo que no y puso su mano, pero yo no puedo responder eso. Solo puedo decir que he luchado mucho, por ser una persona útil a mi pueblo, a mi gente.

Profe, ¿hace cuánto dedica parte de su tiempo al repaso de jóvenes para las pruebas de periodismo y relaciones internacionales?
Hace diez años. Surgió de forma espontánea.

¿Qué lo motivó a comenzar este taller, por el que usted no cobra más que la atención de sus alumnos?
Un amigo doctor un día me dijo que quería que yo repasase a su hija para la prueba de periodismo, y nunca había tenido contacto con algo como eso. Buscamos exámenes viejos y, entre los dos, comenzamos a aprender de aquellas pruebas,  a resumir, y a investigar. La preparé, y aprobó. Después viene otra para relaciones internacionales, amiga de la que repasé para periodismo, y así comienza mi camino como repasador.

¿Quién es su mayor inspiración?
Fidel. Se nos acaba de ir, pero él es como el ave Fénix: resurgirá nuevamente. Él sacó a mi familia de la pobreza. Él es un guerrillero intelectual.

¿Por qué siempre Guayos?
Porque así, con lo pequeñito que es, ha tenido asentamientos aborígenes, alzamientos en la lucha por la independencia, huelgas obreras… Este es el pueblo en que nací, y es donde pienso dejar mis huesos. Escribí su biografía, y no me canso. He viajado mucho, pero siempre he vuelto, y así seguirá siendo.

¿En qué consiste la peña “Los elevados”?
La peña Los elevados es un proyecto sociocultural que se realiza todos los meses, y que funciona desde el 2007. Por ahí han pasado personalidades de todo el país, y de todas las esferas: militar, musical, agraria, popular. Por ejemplo, la escultora Telvia Marín, Orlando Cardoso Villavicencio, Juana Blanco, Yusmary González, Gaspar Marrero, entre otros. 

¿Es la jubilación para usted una limitación a su desempeño profesional?
Soy el historiador municipal; tengo muchachitas que vienen, como viniste tú, a repasar para la prueba de aptitud de periodismo; tengo un trabajo en la prisión; tengo la peña Los elevados, tengo la asesoría del trabajo cultural en la Casa de la Cultura; pero tengo un programa de radio los jueves, así que yo no sé lo que es jubilación.

¿Cómo y cuándo comenzó el trabajo en la prisión?
Cuando era director del Combinado Deportivo de Guayos, comencé un trabajo deportivo allí. Hoy soy el asesor principal del trabajo de historia de la dirección de prisiones de la provincia. A mí me fascina ese trabajo. En una ocasión doné ciento quince libros, de aventuras, novelas, hasta infantiles. Me siento muy orgulloso de eso. Sé que ellos me quieren, tanto los internos como los combatientes

¿Pudo conocer a Fidel? 
Sí, tuve tres encuentros con él, entre ellos, reuniones en el Palacio de las Convenciones, y una visita al hospital cuando sufrí mi accidente de tránsito, él encargó que me atendieran bien.

¿Cuánto hay de la influencia de él en su vida?
Toda. Bueno, yo quisiera ser como él. Es que él me sorprende. Es un previsor. Él ve crecer la hierba. Por eso ha sido, para mí, el hombre más grande del siglo XX, y lo que va de XXI.

¿Cuáles son sus responsabilidades como historiador del municipio Cabaiguán? 
Cabaiguán es un municipio con una gran potencia de historiadores. Yo represento los demás en la Asamblea. Represento a los escritores, a los de la Casa Canaria.

¿Qué cree que ha podido faltarle a la vida de Macholín? 
Me ha faltado tiempo. Tiempo para dar más. Pero tengo en mente otros proyectos, que espero den frutos pronto.  

¿Cuál es el mayor logro de su carrera? 
La familia que formé, los libros que he escrito, mis dos nietos, la mujer con que me casé, que es mi brazo derecho e izquierdo, mi farol delante y mi farol detrás. Esos son mis logros.

¿Cuáles son los temores de Héctor Cabrera Bernal?  
No poderme valer por mí mismo, molestar, ser alguien que ni siente ni padece. Por lo demás, no. Si la muerte va a venir, que venga, cuando venga. Yo, por ahora, me siento bien. Incluso, con la muerte de Fidel, sé que la Revolución va a seguir, porque él lo previó así.

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