Martí conmigo

"Me gusta soñar que Martí está en un pupitre, igual que yo, afrontando las lecciones diarias, venciendo los formalismos, educándose para convertirse luego en un hombre que sirva a la Patria."


Gleidys Sori Velázquez - Me gusta soñar que Martí está en un pupitre, igual que yo, afrontando las lecciones diarias, venciendo los formalismos, educándose para convertirse luego en un hombre que sirva a la Patria.
El Maestro nos enseña con su palabra el valor de la juventud. De eso nos hablaba constantemente aquel hombre que entregó su vida a Cuba desde sus tiempos de lozanía, y lozano aún murió en busca de nuestra independencia.
Recordamos hoy a José Martí, por ser el inspirador de las nuevas generaciones de cubanos, por revivir constantemente, por guiar a Fidel y a la Revolución. Pero, ¿qué más podemos decir de esta figura tan estudiada y conocida en distintas partes del mundo? ¿Qué más podemos decir, de quien dijo casi todo en su vasta obra poética, narradora, infantil, periodística y política?
Podemos hablar de que mantenía contacto con los miembros jóvenes de la sociedad, que confiaba en los niños de su época y en los del futuro, que con el verbo instruía a las generaciones más nuevas de cubanos.
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Lo oportuno sería verlo en su lado humano, de aires renovadores y cambiantes. Como su estilo modernista, la visión humanista de Martí se forjó temprano, desde los 9 años, cuando vio azotar a un esclavo. A partir de entonces, confió en los niños y en los jóvenes para enjuiciar y criticar lo mal hecho.
La moral martiana se hace presente cuando habla de la mujer como paradigma de respeto, o cuando hace justicia al problema de razas.  Nunca será suficiente para dejar de repetir la necesidad de un niño bueno y aseado, que es siempre hermoso. Para el Apóstol, ser joven es sinónimo de revolucionar todo, de agredir las costumbres retrógradas y enfrentarse a la vida con curiosidad y optimismo.
Blanche Zacharie de Baralt habla de sus memorias junto al Héroe en el libro El Martí que yo conocí. Para ella, él era un “hermano mayor”. En tiempos en que se disfruta escuchar música, mirar la televisión o perder el tiempo con videojuegos, más que leer un buen libro, se hace urgente llamar a Martí en busca de consejo. Él es, en efecto, el hermano, el padre, el camarada que se sienta a nuestro lado a disfrutar de un café en la compañía de excelentes amigos.
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Cuando hablaba en carta a su niña del alma, María Mantilla, José Martí apostaba por la superación personal y no por la banalidad de ideas:
Un alma honrada, inteligente y libre, da al cuerpo más elegancia, y más poderío a la mujer, que las modas más ricas de las tiendas. Mucha tienda, poca alma. Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera.
¡Qué necesarias se hacen estas intenciones hoy! A los jóvenes no se cansará Martí de anunciar tiempos modernos, en que se perderían hábitos decorosos. ¡Cómo hace falta tu mirada, Martí, para regañarnos y decirnos qué hacemos mal! ¿Acaso estamos pintando mucho nuestro físico y adornamos poco el corazón y la mente?
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Cuando pienso en Martí, veo a un hombre sentado en el parque, mirando a la nube y al microbio, alentando al niño que le entrega una flor a su amiga. Cuando pienso en Martí, lo veo a mi lado. Carga a su bebé Ismaelillo en brazos, y teje la trenza de María Mantilla.
Si le pregunto qué debo cumplir antes de morir, él me responde: Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.
Si le pregunto en dónde pone la confianza, seguramente me diría: Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud.
Si quisiera saber sobre el significado de la libertad: La libertad es el derecho que tienen las personas de actuar libremente, de pensar y hablar sin hipocresía.
¿Y el valor del trabajo? El trabajo es el sol y el aire de la libertad.
¿Y el amor hacia los niños, los jóvenes? ¡Para los hijos, que nos vuelven locos y ambiciosos, y nos ponen en el corazón la embriaguez del vino, y en las manos el arma de los conquistadores! ¡Para ellos, oh, para ellos, todo nos parece poco!
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Cuando pienso en Martí, veo a Pepe, el chiquillo habanero que celebra junto a la familia, su cumpleaños. También me imagino al muchacho que festejó el aniversario 18 durante el frío destierro en España. Pero, si me fijo bien, sé que anda entre la multitud de estudiantes, conversando con ellos, creando consignas, armando improvisados proyectos. Me gusta soñar que Martí sigue siendo joven, y que está aquí, a mi lado.
¿Qué crees de eso, Pepe? Basta, para ser grande, intentar lo grande.

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