Sueño MLB: la cruda realidad

Lázaro Arias - Destino MLB: incierto, mercantil y con un bloque político en medio. Abrirnos a un mundo beisbolero monopolizado por las Grandes Ligas requiere tiempo. Aunque muchos pasos se han dado en esta dirección en varios deportes, el béisbol, deporte con más cantidad de talentos en nuestro archipiélago, no logra aún el paso definitivo.

Pequeños en las calles con pelotas de trapo y bates improvisados en las calles, cada vez menos comunes. Áreas óptimas para practicar el deporte de las bolas y los strikes, descuidadas o con un balón talla 5 siendo pateado. Implementos, de mala calidad o con el precio por los cielos. Iniciativas venidas desde instancias responsables, escasas y poco extendidas.
El éxodo de cientos de peloteros de nuestro país hizo que no fuera rentable la venta del sueño de jugar en la Gran Carpa, pero no fueron las transmisiones de Béisbol Internacional lo que lo hizo que la cifra se multiplicara en tan pocos años.
Los motivos de los aventureros pasan por delante de lo económico y lo político, la clave está en las opciones de desarrollo individual y la motivación. Por ejemplo, el atletismo, aunque también ha tenido desertores, tiene un esquema competitivo internacional bien definido con Campeonatos Mundiales, Juegos Olímpicos y Liga del Diamante. El béisbol a nivel de selecciones está subvalorado a pesar de los intentos por rescatarlo. No basta una Serie del Caribe de una semana y un Clásico cada cuatro años como eventos de mayor nivel para hacer que un jugador se sienta al máximo de su rendimiento.
Ya parece demasiado tarde frenar este fenómeno por tanto lo más recomendable será adaptarnos a él y buscar la forma de formalizar este proceso para que peloteros locales no se lancen a la deriva tras un sueño que no siempre tiene un final MLB. Una mediada pudiera ser establecer una X cantidad de años antes de poder marchar a las Grandes Ligas, así un pelotero pasaría la mayor parte de su etapa de maduración en nuestras tierras, no en ligas caribeñas, doble o triple A.
Hay que buscar roce internacional en otras categorías y diseñar los campeonatos locales de estas más eficientes, rescatar el concepto de espectáculo y potenciar la cantera de que se nutren los equipos. Las soluciones a los problemas del béisbol cubano están acá, no en Japón ni los Estados Unidos, aunque bien podríamos actualizarnos en materia de entrenamiento deportivo con especialistas foráneos.
Cuando un aficionado asiste al Yankee Stadium, por citar un ejemplo, tiene la oportunidad de asistir al museo de las glorias deportivas del club, a restaurantes o cadenas de tiendas para llevar un recuerdo a casa. Por eso aquí el espectáculo debe salirse de la TV, llegar a los alrededores y el interior del estadio, a municipios, escuelas, centros laborales, para que asistir a un estadio sea más que ver nueve innings de béisbol.
Urge buscar alternativas en otras ligas, no para vaciar equipos de nuestra serie (como ocurre), sino para evitar que peloteros queden inactivos en la segunda fase. Basta de interrumpir campeonatos para asistir a eventos internacionales, de cambiar el formato y la fecha año tras año, de dejar inactivos a cientos de peloteros por meses, de creer que nuestra serie merece menor importancia que ligas canadienses y colombianas, de dar por sentado que todo está bien. 
El máximo nivel del béisbol está a 90 millas, los equipos Cuba solo tienen alrededor de 28 capacidades y si no se toman las decisiones correctas seguirán regresando con asientos vacíos.

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