Y también soy de fuego, soy Martí

"A veces creo que Martí reencarnará dentro de poco. Sin embargo, cuando veo las antorchas, tengo la certeza de que ya lo hizo".



Miguel Ángel Castiñeira García - Afirma Dostoievski que “nadie puede vivir sin una finalidad hacia la cual se esfuerza en llegar; si no hay ni fin ni esperanza, su angustia hace de él un monstruo”. Este sentido, el mismo que nos ayuda a vivir, nos devora lo justo para no entender la muerte como algo real y concreto. Sin embargo, cuando un humano tiene dibujado el destino de su pueblo en la frente, de nada valen las advertencias.
Ese que nació en la Calle de Paula un 28 de enero de 1853, sufrió en demasía. Acaparó el dolor de un continente en su pequeño corazón, sintió el peso de una época sobre sus hombros, tradujo en palabras el sentir de muchos cubanos que no soportaban un minuto más el yugo colonial y, cuando parecía que no interferiría en la lucha directa, galopó, revólver en mano, hacia el nefasto 19 de mayo de 1895.
De tanto escribir sobre su vida en mi período escolar, creo que las ideas ya no me salen con la naturalidad que deseo. Pecaría de mentiroso si dijera que lo conozco. No obstante, puedo asegurar que lo entiendo. A través de otras voces escucho su voz, desperdigada por los fantasmas de mi biblioteca. Abro cualquier libro, Las venas abiertas de América Latina, por ejemplo, y allí está otra vez.
En los períodos más tristes, aparecen los instantes más alegres de nuestra existencia. Esta región, descubierta para el disfrute ajeno, merecía ese destello de inconmensurable amor que fue Martí. “Para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tachárnoslo ni nos lo pueda tener a mal, es más grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Juárez”.
“Si, el hombre es mortal, pero eso es solo la mitad de la tragedia. Lo malo es que, a veces y de repente, es mortal”—dice Bulgákov. Los que conocieron personalmente al Padrazo de la Edad de Oro, como lo llama Graziella Pogolotti, lo creyeron eterno, lo creyeron infinito… no obstante, ellos no se equivocaron, como sí lo hizo el escritor soviético. Todo termina, pero él se marcha y regresa, como las olas de ese mar que tanto odiaba. Y, cuando parece olvidado, se enciende una llama.
A veces creo que Martí reencarnará dentro de poco. Sin embargo, cuando veo las antorchas, tengo la certeza de que ya lo hizo.

Foto: Periódico Vanguardia

Comentarios

  1. Me gusta, pero lo que más aprecio es que Miguel sepa de Bulgakov!!!

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  2. Muchas gracias profe----miguel

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