Nuestro colaborador Miguel Angel García Piñeiro desde la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana propone una reseña sobre el cortometraje Bumerán, realizado en el ISA
Miguel Angel García Piñeiro - La violencia contra las mujeres ha sido una
constante a lo largo de la historia y, aún hoy, sigue siendo una vergonzosa
realidad que no se ha conseguido atajar. Se manifiesta como la expresión más
extrema de desigualdad existente en nuestra sociedad. Una violencia que se
ejerce sobre las mujeres por el mismo hecho de serlo y se les niega los derechos
mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión. Este tipo de violencia produce
un gran rechazo colectivo y una gran alarma social. Ha pasado de considerarse
un problema privado para presentarse como un problema público que compromete a
toda la sociedad.
Ante este escenario, la violencia de género ha estado y está presente de forma generalizada y se
muestra de muy diferentes formas: unas veces, de manera sutil, a través del
control y la falta de respeto, otras se intensifican y se agrava, hasta que
estalla y muestra su lado más extremo, dando lugar a la violencia física e
incluso la muerte. No existe una causa única que determine su origen, aunque es
evidente que tiene su base en pautas culturales muy arraigadas y puede afectar
a mujeres de cualquier edad y de cualquier nivel económico y social. La
conducta violenta es una conducta aprendida en edad muy temprana y construida a
lo largo de la vida. Esta conducta se refuerza y sostiene por un sistema de
creencias sociales que permiten determinadas conductas “masculinas” y exige
conductas femeninas “adecuadas”.
Precisamente, sobre la violencia de género,
hace un llamado de atención el cortometraje Bumerán de la estudiante
de la Facultad de Arte de los Medios de Comunicación Audiovisual del Instituto
Superior de Arte Yadiana S. Gibert. Como quien quiere reproducir una realidad,
que para nada puede resultarnos ajena, la joven realizadora parte de un título
que puede arrojarnos varios significados. El bumerán[1] es un arma que
tras ser lanzada, si no impacta en el objetivo, regresa a su punto de origen
debido a su perfil y forma de lanzamiento especiales. Perteneciente a la clase
de los bastones arrojadizos, se utiliza para aturdir y, en casos excepcionales,
matar a pequeños animales u hostigar a la infantería enemiga durante la
batalla. Su capacidad de describir vuelos de ida y vuelta se debe a su
curvatura y tallado, pero también en gran medida a la habilidad y la técnica
del lanzador.
Desde esta perspectiva, el audiovisual se
torna polisémico, las connotaciones del bumerán pueden adentrarnos por varios caminos.
Por un lado, este artefacto puede significar la capacidad de agredir, de
violentar a la mujer, como una situación que continuamente se repite, por otro,
el bumerán se convierte en un objeto manipulable, sobre el cual se ejerce un
mecanismo de presión y poder. Si nos remitimos a la historia el bumerán fue empleado fundamentalmente
para cazar y como arma para la guerra. Ello implica que nos preguntemos:
¿Quiénes realizaban estas actividades en su mayoría? Por supuesto que los
hombres, díganse sujetos masculinos. En este sentido la connotación nos lleva a
pensar que, como es lógico, el cortometraje infiere y muestra la violencia
ejercida sobre las féminas por los hombres, para lo cual presenta al bumerán
como metáfora de la posición de la mujer ante la violencia. Ella es el objeto
manipulable, propiedad de un hombre, y el cual cumple una función determinada
una vez ejercida la presión.
Ahora bien, quisiera partir en el análisis de
los recursos técnicos que explota el audiovisual para trasmitir el mensaje. Desde
su propio inicio observamos una cámara que firma a una mujer en diferentes
entornos y de vez en cuando toma fotografías. Así observamos a la protagonista
que nos presenta la historia de su vida mediante imágenes congeladas en el
tiempo. A través de estas el espectador conoce la historia de una mujer que ha
sido novia, esposa, madre, y en esta trayectoria ha sufrido la violencia física
de un hombre. Por supuesto, la mujer ante todas estas circunstancias siempre
mantiene una actitud pasiva.
Por otra parte, desde los primeros segundos
de la narración se presenta a una joven, que solo viste con una camisa de
hombre. Ella posa para la cámara, se gusta y gusta, se divierte y divierte. El
lente reproduce así la imagen femenina como un objeto de deseo, la hace
partícipe del fetiche vouyerístico del cual el cine no puede escaparse. La
propia intención marcada del audiovisual de hacerle sentir al espectador que es
la imagen de una mujer que es perseguida por una cámara denota el acto de la escoptofilia:
el placer está sujeto al acto de mirar a otras personas y, así, objetivarlas
bajo el control de una mirada curiosa y oculta.
Poco a poco, a medida que prosigue la
diégesis narrativa la mujer, sin pronunciar palabras, nos cuenta su historia a
través de instantáneas acompañadas por el sonido del mar, el de su bebé recién
nacido, sonidos propios del ambiente, pero también por sonidos extradiegéticos
que crean una atmósfera extraña y a la vez misteriosa. Todo ello apoya el ambiente
inestable que rodea al personaje femenino, que por más que trata de huir
siempre termina siendo observado por la cámara, que escudriña el lente hasta
por las ruinas de una construcción. El desespero es un sentimiento que logramos
experimentar al unísono con el propio personaje.
Asimismo, suscita a la reflexión el hecho de
que conocemos la vida de la fémina a través de fotografías, fotografías que han
sido tomadas por esa misteriosa cámara. Qué curioso, el mismo artefacto
manipulable es el que cuenta la historia, ese que simula el propio mecanismo de
violencia y hostigamiento sobre la mujer. Antes estos mecanismos se mantiene la
pasividad, el personaje principal no logra enfrentarse a los actos de
violencia, cumple su rol y se resigna. En este hecho se desarrolla a mi modo de
ver, una de las mayores deudas del audiovisual.
La propuesta de Yadiana S. Gibert reproduce
los mecanismos de violencia a los cuales está sometido la mujer. En este
sentido el cortometraje no subvierte y transgrede el rol que le ha tocado
desempeñar al sujeto femenino. Quizás la visión de la realizadora peca de los
mismos errores que supone abordar el fenómeno desde una perspectiva
falocentrista. El audiovisual en términos generales, y este en especial, es un
vivero en el que abunda el machismo. Al parecer las nuevas tecnologías no han
hecho sino multiplicar la pervivencia de las ideas recibidas sobre hombres y
mujeres en detrimento de la población femenina.
En fin, Bumerán me deja con el sinsabor que
puede provocarme una vitrina exhibitiva, esa que solo muestra un producto que
al final deja más expectativas que satisfacciones. Creo que lo que ha buscado y verificado el feminismo desde su nacimiento
es una igualdad de oportunidades y de puntos de vista, así como una
reivindicación de la conciencia y de las voces femeninas. Esto es
necesario lograrlo, pero para ello la mujer tiene que dejar de verse a sí misma
como un bumerán.
[1] Préstamo del inglés Boomerang y este del australiano bumariny, término
que posiblemente era la denominación de una etnia australiana y que por
metonimia pasó a designar una de sus armas de caza.
Miguel Angel García Piñeiro - La violencia contra las mujeres ha sido una constante a lo largo de la historia y, aún hoy, sigue siendo una vergonzosa realidad que no se ha conseguido atajar. Se manifiesta como la expresión más extrema de desigualdad existente en nuestra sociedad. Una violencia que se ejerce sobre las mujeres por el mismo hecho de serlo y se les niega los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión. Este tipo de violencia produce un gran rechazo colectivo y una gran alarma social. Ha pasado de considerarse un problema privado para presentarse como un problema público que compromete a toda la sociedad.
[1] Préstamo del inglés Boomerang y este del australiano bumariny, término
que posiblemente era la denominación de una etnia australiana y que por
metonimia pasó a designar una de sus armas de caza.
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