Con el rabo entre las piernas…


Lázaro Arias Yusta -“No convencen”, “se esforzaron”, “clasificamos directamente para el próximo al menos”, “debemos revisar nuestro béisbol”, “parecíamos por tiempos novatos”, “era esperado”; criterios como estos rondan como un virus por facultades y pasillos de la UCLV, y seguro en cada esquina, barrio, centro laboral desde donde se sigue el Clásico Mundial de Béisbol 2017.
Con las cortinas de una competencia aún abiertas la actuación cubana para beneplácito de los en exceso optimistas, pasaron de la primera fase, aunque cada partido figuró explosión de adrenalina tanto para los que estaban sobre el terreno en Tokio como para los que recibíamos la señal en telerreceptores del otro lado del mundo.
La primera fase fue nuestro paño de lágrimas. Con 11 estocadas de catana los Samuráis les sacaron el sudor a los criollos, que marcaron 6 carreras, aceptable para ganar cualquier encuentro cuando el picheo pueda estar a la altura. Luego otra dosis de 6 cucharadas para China, esta vez los lanzadores cubanos no permitieron carreras. Y llegó Australia, y salió la agonía. Despaigne sacó un swinazo y despachó la pelota con la casa llena, y carrera a carrera, hombre a hombre, los de la tierra de los canguros cerraron el juego hasta la mínima diferencia. Cuba derrota a Australia. Cuba en segunda fase. Cuba cumplió.
La segunda fase sería otra historia. Esperamos a unos siempre complicados coreanos, a los samuráis, un Holanda que no nos da respiro. A cambio de Corea un Israel, combinado colero en esta edición con una nómina de peloteros norteamericanos descendientes de judíos. Cuba por tercera consecutiva queda en segunda fase. Israel se burla. Pelea fuerte contra los japoneses. Quedaba un respiro. Una esperanza, pero dependía de victoria con Holanda, descalabro de Israel, etc.
Reza un proverbio beisbolero que viene el caso: “una franquicia no es tan malo cuando pierde por diez, ni tan bueno como cuando gana por diez”. El equipo salió de juego versus Holanda parecía presionado y salido de juego, un Lázaro Blanco que no salió certero, desde el primer lanzamiento con rectas más lentas que lo acostumbrado y con lanzamientos para engañar muy por fuera de la zona. Wladimir Balentien firmó par de estacazos, Yurendell Decaster y Kalian Sams despacharon uno cada uno. Mientras, el zurdo Diegomar Makwell caminó durante seis entradas como si viajará por Cuba en un almendrón del ’59. Cuba aplanada por Holanda 14-1. Cuba tiró la toalla.

Alfredo Despaigne fue el paño de lágrimas del bateo cubano.

No existe registro de una competencia internacional de categorías de mayores con una derrota por tan amplio margen, nuca un equipo de las cuatro letras, con nuestra bandera sobre los hombros, con un pueblo eufórico animándolo, había salido de juego de tal manera. Sin precedentes, semejante paliza en la historia del béisbol revolucionario.
Tal fue el sofoco de muchos que, al día siguiente, Gerardo Hernández, Héroe de la República de Cuba, al comenzar el debate con los estudiantes durante reciente visita a la universidad villareña sentenciara en forma de broma: “Pregunten de lo que quieran, menos de pelota”.
Ya inútil resulta criticar la selección del manager. La competencia demostró a un Clásico no viaja la improvisación, peloteros no probados sin un mínimo de experiencia previa. No asiste la rendición como opción, ni se regresa con el rabo entre las piernas. Para variar salieron otra vez del closet las nuevas ideas de calendarios, de inserción en ligas foráneas, de renovación, de catástrofe, y nada, más de lo mismo año tras año.


Roel Santos, Alfredo Depaigne (izquierda) y Yurisbel Gracial (derecha), lo mejor por Cuba. El pitcheo lo hizo para 7,33 de PCL.


El nada espectacular conjunto Cuba cierra su actuación en Tokio a las que viajó con difusos objetivos y sin mucho que ofrecer a un mundillo beisbolero en constante evolución. Pudo ponerse un termómetro más real (no definitivo) y marcó fiebre casi de 400C, resfriado grave. Pronto veremos el tratamiento con medicina verde cuando necesitamos antibióticos fuertes.  
Y caló entre los ocho primeros puestos a nivel de selecciones nacionales, y pasó de la primera fase, pero el hecho no constituye más que el paño de lágrimas de muchos cubanos de ideas retrógradas, conservadores que premian la farsa y se tapan los ojos para no ver la realidad erigida frente a ellos: Cuba se queda detrás en el deporte nacional y no se trabaja en ello lo suficiente.



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