Expresó Derbray Soto Concepción, uno de los estudiantes de la UCLV que contribuyó a apagar un incendio en Placetas
Mariannis Bonilla Pérez -En las aulas de la Facultad de Ciencias
Económicas estudia un joven valiente con dotes de bombero. Cursa su
cuarto año de la carrera de Economía, pero confiesa su inclinación por
esta riesgosa labor de enfrentarse al fuego. Derbray Soto Concepción
encontró en la mañana del pasado 16 de marzo un motivo para no perder
tiempo y detener el incendio en tres casas particulares en Placetas, a
causa de un fallo eléctrico en los cables del bajante al contador.
«Lo que hicimos fue cortar la
propagación del fuego, refrescando las paredes laterales de las casas.
Entraron los muchachos con una manguera y yo con una barreta, pues la
casa por la que inicié era de madera por fuera y cartón por dentro.
Perdimos ese lateral, el fuego se metía entre las paredes y por eso
rompimos la pared para ir rajando y evitar la propagación. Tuvimos
acceso a la casa y tiramos otra línea de mangueras y empezamos a
combatir por delante de esa casa de los cartones, por detrás y por el
otro lado. De un lado teníamos dos líneas operativas y del otro una
según la situación», manifestó el joven con gran dominio de la
terminología usada entre conocedores y practicantes del ejercicio, pues
hace cuatro años hizo el Servicio Militar Activo en la Unidad Provincial
de Bomberos y luego en Placetas.
«La previa mía y la estancia en los
bomberos transcurrió con mucho entrenamiento, lo hacíamos todo muy bien y
juntos, estudiábamos, pero aparte de eso era que nos gustaba de
verdad».
Ese día estuvo temprano en la piquera de
las máquinas porque tenía una evaluación en el aula. Al principio
comenzó a ver un humo al que no le dio importancia por el color y porque
normalmente un humo similar desprenden las fundiciones de Placetas.
«Pero cuando me monté en la máquina
comenzó a oscurecerse, lo cual indicaba un cambio de combustión. El
chofer le dio la vuelta al parque y vimos las llamas avivándose. Le dije
automáticamente que parara que yo me iba a bajar. El chofer me alertó
que no sabía lo que estaba haciendo, a lo que insistí para que parara o
me tiraba. Corrí una cuadra y media, más o menos, me quité la mochila y
la gorra y la tiré para adentro del carro de bomberos. Había un cordón
policial, pero como ellos me conocían del Servicio Militar me dejaron
pasar y le grité al Jefe: Dime qué tengo que hacer».
«Enseguida recibí orientaciones y me fui
corriendo para la estación a ponerme la capa, las botas y el casco.
Hasta ese momento había cuatro bomberos y el jefe y como el fuego se
expande de dentro hacia afuera, él cogió por un lado y yo cogí por el
otro y nos rotábamos según la intensidad del fuego pues estábamos
escasos de personal, hasta que llegó el Jefe del Comando y los carros de
cisterna de Camajuaní y del Comando Provincial».
Derbray no se fue del lugar hasta que
fatigó la más mínima señal de fuego. Estuvo allí hasta las 11ː 30 de la
mañana. Se perdieron dos casas y la otra, por la que él logró entrar
primero, pudo salir ilesa.
«Mi vocación, mi deseo es ser bombero.
Si no llega a ser porque los sueños míos contrastaron con los de otras
personas yo me hubiese quedado en los Bomberos, pero el sueño de mi mamá
siempre ha sido que yo me convirtiera en un profesional y aquí estoy
para eso».
Al joven no le importó la evaluación de
ese día. Sencillamente sintió que el deber estaba en aquel incendio. Su
compromiso primero es salvar vidas humanas y disminuir los daños
materiales.
«Me motivó el deber y la conciencia de
que tenía que actuar sí o sí, unido a la adrenalina del momento que es
una sensación que me encanta. Si yo no actuaba después el cargo de
conciencia me mataría, porque no podemos sentirnos indiferentes ante
hechos como este, debemos dar nuestro aporte siempre que sea necesario.
Agradezco haber podido ir porque logré apagar casas de viviendas,
incluso, propiedad de compañeros míos de estudio».
Según el estudiante un día como ese,
pero de 1986, ocurrió el incendio más grande que hubo en Placetas. A la
pregunta de esta periodista sobre si se le podría olvidar esa fecha, me
respondió sin pensar: Jamás.
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