Giovany Peñate Cruz,
Javiel Fernández Pérez y Alejandro Gavilanes Pérez - La Camerata Romeu surge a principios de los años 90
cuando Cuba “se desmoronaba todos los días, aunque sin llegar a caer en las
cavernas de la comunidad primitiva que nos asechaba”, como asegurara el
escritor cubano Leonardo Padura Fuentes en su libro El hombre que amaba a los perros.
Violentadora de los cánones establecidos para la
música de concietos, ojos dogmáticos la criticaron y previeron su fin en
momentos próxinos. Sin embargo, más de veinte años después, Zenaida Romeu,
directora de la agrupación, se vanagloria modestamente de dirigir una de las
agrupaciones de música instrumental más importante del país.
Sesenta años de música es bastante
tiempo para resumir en pocas palabras…
Es que la música me ha rodeado desde que nací. Mi
abuelo y mi mamá eran ambos pianistas. De mis tíos, el que no era director de
la Orquesta de la Televisión, se desempeñaba como director del Jazz Band del
cabaret Tropicana, o era contrabajista. En fin, ha sido parte del alimento
espiritual que he tenido desde pequeña, por lo que no me puedo imaginar en otro
escenario que no sea la música y hasta el momento continúo y continuaré en
ella.
¿Cuánto aporta a la cultura
cubana la inclusión de la música nacional de todos los tiempos en el repertorio
de la Camerata Romeau?
Ese fue el presupuesto de la Camerata hace veintitres
años, y aunque no fue muy bien recibido por aquellos tiempos por ser
considerado peyorativo, yo estaba segura de que el camino que había seguido mi
familia, yo podía y debía continuarlo, pero desde la vertiente de la orquesta
de cuerda. Y es que me parecía interesante explorar la música cubana desde un
formato centroeuropeo de la música clásica y compartirlo con lo jóvenes, para
que exploraran otro mundo musical.
Por ello rompimos algunos cánones como el del
vestuario, pues subimos las sayas hasta las rodillas, cosa nunca antes vista en
las salas de concierto. Y todo eso se realizó durante el período especial,
cuando el público gustoso de la música de concierto era muy escaso y me parecía
que tenía la necesidad de compartir todo un repertorio de obras con los
jóvenes, porque si bien los cubanos somos güiro, playa y bongó, también nos
enaltece la música orquestal cubana.
Y bueno, esa sigue siendo la necesidad y el
presupuesto actual de la agrupación, atraer más público joven y dar a conocer
esa música para salvarla del olvido.
¿Cree usted que el púlico cubano esté
preparado para apreciar esta manifestación artística?
Yo creo que más que preparado, el cubano está
prejuiciado, porque ni los medios de comunicación ni la educación propician una
buena formación musical, pues en un momento determinado se pensó que dichos
conocimientos no hacían falta, y resulta ser todo lo contrario, porque la
música enriquece la espiritualidad de las personas y en eso la educación debe
mejorar. Sí, la música ayuda a tener una visión diferente de la vida, a
experimentar nuevos sentimientos, a acompañarte cuando estás triste, porque lo
que no puedes o no quieres decir, puedes tocarlo con tu guitarra, por ejemplo.
Y esas carencias en la
educación ayudan a que la música instrumental sea vista como una forma de
elitizar la cultura…
Solo los ignorantes pueden pensar eso. ¡Pobres! Mi
concierto no ha sido elitista, por ejemplo. Pero tampoco ha habido concesiones.
La cultura aquí no es elitista porque cualquiera puede disfrutar de una
sinfonía de Beethoven y descubrir un mundo de goce que nunca había explorado,
porque te ayuda a vivir, porque esa es su función social.
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