Facebook y la no ingenuidad de las redes sociales



Alejandro Gavilanes Pérez - Hace ya más de un mes la televisión cubana transmitió una Mesa Redonda que abordó el tema de la ética en tiempos de redes sociales. Dentro de los invitados se encontraba la presidenta de la FEU de la Faculta de Comunicación de la Universidad de La Habana, Ania Terrero, en representación de la comunidad joven, líder en materia de uso de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones.
De todas las cuestiones abordadas, llama la atención el criterio que se refiere a la no neutralidad de las redes sociales. Mientras Rosa Míriam Elizalde apuntaba que los procesos comunicativos que se gestan en la Internet “son profundamente mediados por tecnologías que no son neutrales porque el que controle las tecnologías controla toda la información que es el bien más preciado de la actualidad”, Terrero comentaba que “las redes sociales no banalizan por sí solas, no complejizan por sí solas, ellas simplemente son el espejo de lo que va a suceder”.
Aunque no lo parezca, ambos criterios se contradicen pues las aplicaciones, como tecnologías propiamente dichas, con la ayuda de algoritmos cada vez más perfeccionados, sirven a miles de investigadores, ingenieros, matemáticos, estadísticos, informáticos, quienes persiguen y criban las informaciones que generamos sobre nosotros mismos” (Ramonet, 2017, par. 5)[1].
En efecto, la palabra neutralidad no cabe como calificativo en este sentido, porque desde el momento en punto en que socializas contenidos personales, estás asegurando que miles de millones de cibernautas puedan acceder a tu información privada. Y eso en el mejor de los casos. Pues a la vez, la relatoría de tus Likes en Facebook, de tus búsquedas en Google, de tus conversaciones en SnapChat, suministran una ingente masa de información a redes de espionaje masivo, a la cabeza de las cuales está la National Security Agency (NSA), que saca enorme provecho económico del pastel on line y permite, indirectamente, mantener el control hegemónico de las masas. 


La fórmula es sencilla. Solo hay que preguntarse por qué Facebook o Google son transnacionales multimillonarias si ofrece servicios gratis: pues porque venden sus miles de millones de usuarios y sus gustos a anunciantes publicitarios y de espionaje y seguridad, que favorecen la elaboración de productos cada vez más banales y estandarizados, y que nos introducen, incluso en los mometos de ocio, en el ouroborus del consumo.
Y es que cuando nos conectamos a una web, las cookies[2] guardan en la memoria el conjunto de las búsquedas realizadas, lo que permite establecer nuestro perfil de consumidor. En menos de 20 milisegundos, el editor de la página que visitamos vende a potenciales anunciadores informaciones que nos afectan, recogidas sobre todo por las cookies. Apenas algunos milisegundos después, aparece en nuestra pantalla la publicidad que supuestamente tiene más impacto en nosotros. Y ya estamos definitivamente fichados.
En un estudio realizado por los profesores de la Universidad Autónoma Metropolitana de Xochimilco, Juan Manuel Contrera Jiménez y Norma Patricia Serrano Pacheco (2015)[3], cuyo objetivo radica en “demostrar cómo el Estado se aprovecha de estas circunstancias, así como de una falsa libertad de expresión y una “participación inactiva” para evitar movimientos sociales que dañen la integridad del poder gubernamental” (p. 5), aseguran que:
El Estado aprovecha las nuevas tecnologías para seguir teniendo el control sobre las acciones de las personas, para esto se basa en la manipulación de la información, el espionaje, el control de los contenidos, la publicidad, la vigilancia electrónica, la prohibición de transferencias electrónicas, la confusión y el entretenimiento por medio de la circulación masiva de información, imágenes y videos. (p. 4)
Por su parte, Julian Assange (2011)[4], fundador de WikiLeaks, ha afirmado que “las nuevas empresas, como Google, Apple, Microsoft, Amazon y más recientemente Facebook, han establecido estrechos lazos con el aparato del Estado en Washington, especialmente con los responsables de la política exterior” (como se citó en Ramonet, 2017,par. 12) y creado, así, una alianza sin precedetes que desemboca en lo que Ramonet denominara el imperio de la vigilancia
Ahora bien, no se trata de temer o demonizar las redes sociales. Ellas contribuyen, como afirmara Ania Terrero, “a construir una sociedad en red y a que confluyan las voces de los jóvenes, de los periódicos, de las instituciones. Para que haya diálogos y nuevas formas de construir las tecnologías”. 
La cuestión radica, al decir de Heráclito en “entrar con confianza, (…) que los dioses están presentes”. Pues el estar es importante, porque si no estamos, entonces quién se apodera de la red.



[1]   Ramonet, I. (24 de febrero de 2017). El nuevo universo y la intimidad cero. Juventud Rebelde. Recuperado de http://www.juventudrebelde.cu
[2]  La cookie equivale a un pequeño archivo de texto almacenado en el terminal del internauta. Permite a los programadores de sitios de internet conservar los datos del usuario con el fin de facilitar su navegación. Las cookies siempre han sido cuestionadas, ya que contienen información personal residual que potencialmente pueden ser utilizada por terceros. (Fuente: Wikipedia).
[3] Contreras Jiménez, J. (2015). El estado influyente en las redes sociales digitales para el control del pueblo. Xochimilco: México.  

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