Por: Dr. C. Roberto
Muñoz González *
“Pienso que para nosotros los
cubanos nos habría de convenir la distinción de la «cubanidad», condición
genérica del cubano, y la «cubanía», cubanidad plena, sentida, consciente y
deseada; cubanidad responsable […]”
Fernando Ortiz Fernández
Agradezco
a Javier Gómez Sánchez por su publicación del día 19 de abril de 2017
y por haberme movido a
escribir algunas ideas relacionadas particularmente con su tesis de que un no
revolucionario y un contrarrevolucionario, son en sus esencias actores sociales
diferentes.
Comparto la idea de que existe una diferencia de fondo entre un revolucionario,
un no revolucionario y alguien que asume posiciones contrarrevolucionarias. Cuando
el líder histórico cubano Fidel Castro ofrece el valioso concepto de
Revolución, deja implícita a la vez las cualidades que debe poseer un
revolucionario.
Un proceso
social en permanente transformación revolucionaria, exige a los individuos
tomar decisiones en los que con frecuencia deben colocar los intereses
colectivos y sociales por encima de sus intereses individuales; en tales circunstancias se define la dimensión humana
y solidaria de cada individuo, el sentido ético de que no se tiene derecho a
recibir cuando no se ofrece y comparte con los demás lo poco o mucho que se
tiene, sea de cualidad material o no. En esa espiral dialéctica se dibuja o
desdibujan los límites entre un revolucionario, un no revolucionario y un
practicante del mercenarismo que
atenta de manera deliberada contra el proyecto social colectivo.
Es posible
que un ciudadano no se involucre en los procesos de cambios que son
consustanciales a una revolución; que su individualismo le haga ser indiferente
ante las transformaciones, que coloque sus necesidades individuales muy por
encima de las colectivas y sociales, que no le interese ser parte de alguna
organización social o política, en fin que asuma una suerte de “neutralidad”
existencial. Ese modo de ser y actuar no le convierte en un contrarrevolucionario
per se.
Sin embargo,
los que viven y actúan como seres de “siete meses”, tal como llamó Martí a los de
poca luz y muchas sombras ‒en medio de las guerras por la independencia de Cuba
en la segunda mitad del siglo XIX‒; los venales
que tienen por patria el dinero y como principio el mercenarismo avieso, sirviendo como bufones a la corte imperial y traicionando
la obra colectiva de la gran mayoría del pueblo; esos son contrarrevolucionarios, dado que practican
acciones políticas desvergonzadas y manipuladoras que atentan contra las
esencias del sistema social que la mayoría del pueblo ha decidido llevar
adelante con excepcional voluntad e incontables sacrificios, pero además bajo
formidables presiones y amenazas externas.
Algunos
dirán que esos personajes tienen derecho a disentir, y efectivamente lo tienen.
Disentir en el entendido de discrepar, de estar en desacuerdo, no entender, no
compartir; pero eso no
les otorga el derecho de realizar acciones de tipo político encaminadas a la
secesión, a la manipulación de “los otros” con deslealtad, para servir a
intereses foráneos que nada o muy poco tienen que ver con los intereses de la nación.
La tolerancia es una práctica noble, la ingenuidad en los tiempos que vivimos
de permanente bombardeo mediático selectivo, es una irresponsabilidad. La
utilidad del decoro, la Patria y la cubanía son invaluables.
Disentir en
la comprensión antes planteada, de hecho debe ser una cualidad del
revolucionario. La discrepancia, el desacuerdo, el no entender y compartir necesariamente
con todo lo que se hace, o la manera como se hace, es legítimo y creo que
imprescindible en la vida de un verdadero revolucionario, siempre que no socave las esencias y principios del
proyecto de transformación social en que participa.
También se
encuentran los seudorrevolucionarios que viven de la práctica del transformismo
conductual, expertos en flotación situacional; algunos suelen ser “calladitos” o indiferentes, otros
se enredan en razonamientos eufemísticos que pueden hasta rayar bordes kafkianos.
Estos personajes consiguen ser en ocasiones una suerte de variedad de no
revolucionarios, aunque en la práctica con peligrosas aproximaciones a
posiciones contrarrevolucionarias veladas.
La
manipulación por intereses indecentes, venga de donde venga, corrompe. No se
debe andar por la vida pretendiendo que el dinero y el soborno en sus más
variadas formas, todo lo resuelve. El espíritu
y la voluntad de las personas se prostituyen, cuando hacen del dinero y la vida
material la razón de su propia existencia; mucho más
cuando para lograrlo son capaces de vender su alma al diablo.
* Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas
Profesor, apoyo totalmente su comentario
ResponderEliminarMuy bueno,pero muy general,estamos viviendo momentos cruciales y no debemos tener miedo de poner ejemplos concretos..Actualmente en el mundo sobran ejemplos de personas que tienen miedo de decir verdades,o si no ,
ResponderEliminarPor que el autor de WIKILEADS lleva tanto tiempo en una embajada y sigue denunciando al imperio..
Muy bueno,pero muy general,estamos viviendo momentos cruciales y no debemos tener miedo de poner ejemplos concretos..Actualmente en el mundo sobran ejemplos de personas que tienen miedo de decir verdades,o si no ,
ResponderEliminarPor que el autor de WIKILEADS lleva tanto tiempo en una embajada y sigue denunciando al imperio..
ResponderEliminardisculpen quize decir
Actualmente en el mundo sobran ejemplos de personas que NO tienen miedo de decir verdades,o si no ,
La expulsión de Karla Pérez González de la UCLV es un error y todos coincidimos. Sin embargo, para muchos, el error estriba en que, como toda censura, se generarían campañas de solidaridad a favor de la oposición. Dice Silvio Rodríguez en un comentario (refiriéndose a la chapuza) que, tal parece, la CIA toma las decisiones por el gobierno cubano.
ResponderEliminarNo se trata de anticiparnos con cálculos a cada gesto de la CIA o la Fundación Cubano-Americana para, a partir de ahí, diseñarnos la vida, nuestros actos o decisiones. Porque entonces nuestra estructura social, ideológica, sería endeble, quebradiza. Entonces no se sostiene en otra cosa que en la revancha, en el contra-ataque. Entonces no somos “soberanos”, no somos “una nación libre” sino un puñado de gente paranoide, enferma, sujetas a los hilos de otros. No se trata de admitir en la Universidad Cubana a esta niña por pura pose. No se trata de evitar la expulsión o sanción para evitar, con ello, la solidaridad o la curiosidad respecto al grupo donde milita. No. Se trata de admitirla, justamente, porque piensa distinto (y no “a pesar de ello”). Se trata de licenciarla en Periodismo porque es una ciudadana libre en un país libre. Por favor, la independencia, la soberanía o la autodeterminación no pueden tener como límite obsesivo a los Estados Unidos.