Y se nos va el tren…




Lázaro E. Arias Yusta – ¿Cuál es el camino correcto para revitalizar los campeonatos nacionales? Todos poseen una verdad y tesis propia. Muchos concordarán en que lo que transmiten por estos días los medios nacionales no constituye el camino correcto. El deporte en el mundo marcha a tal velocidad y a Cuba, la “potencia del deporte amateur”, ya no le quedan ideas, se estanca.
La tendencia desde finales de 2016 acostumbra agrupar a una X cantidad de equipos en una determinada provincia con un Y número de juegos entre ellos. Así sucedió con la última Liga Superior de Baloncesto (LSB), ocurre con el Campeonato Nacional de Fútbol y la Sub-23 del Béisbol, etc. ¿Resultados? Sí, tal vez ahorramos en combustible, en alojamiento y traslado de los equipos, pero el espectáculo… a bolina. 
Los aficionados, deportistas, y hasta los detractores de los métodos y técnicas del deporte cubano, se acostumbran una y otra vez a exabruptos trapicheos en cuanta competencia, disciplina y formato competitivo existe en la Isla. No es exclusivo del ayer y sí una tendencia de estos tiempos en Cuba, la reconfiguración, desarticulación y el ajuste en pos de los recursos económicos disponibles. 

Cuando un complejo deportivo se descuida o subutiliza resulta normal que se repitan imágenes como esta
Algunas estrategias de racionamiento mejor elaboradas y pensadas, otras parecen pulidas por un estadístico completamente ajeno al mundillo deportivo, distante de lógica, de estándares internacionales. Esquemas traídos a colación de la necesidad, del difícil momento económico, pero de espaldas a la perdurabilidad, a la vigencia de un patrimonio histórico-deportivo que trae campeonatos en nuestra Isla con casi 60 años de leyendas, medallas y campeones. No es que toda la culpa la tenga el totí, pero ese sí se puede controlar.
Las reconfiguraciones consecutivas de la Serie Nacional de Béisbol alcanzan todos los ámbitos de la polémica, tal vez por ser la más arraigada en nuestra idiosincrasia y asida a nuestras raíces. Desde las humildes aceras de barrios marginales hasta grandes especialistas del tema como Ismael Sené, miembro del Instituto Interamericano de Estudios del Béisbol, debaten sobre temas tan variados desde el formato de competencia, cantidad de conjuntos, profesionalización de la serie, y más. 
Y aunque existan propuestas de todo tipo, los planteamientos más acertados se colocan en dos grandes bandos: los que abogan por una liga ajena a la Serie Nacional con la calidad concentrada en una menor cantidad de equipos y los que prefieren una reconfiguración total de nuestro clásico nacional a una inferior cantidad de conjuntos. Existen otras bien interesantes como la profesionalización de la liga, el establecimiento de dos divisiones competitivas, etc.

Solo 40 juegos por conjunto disputarán en la etapa clasificatoria de la Sub-23 este año
Por ejemplo, Japón tiene cerca de 130 millones de habitantes y 12 equipos en su liga; Venezuela, 30 millones y ocho conjuntos; Republica Dominicana, 10 millones y seis equipos; Estados Unidos, más de 315 millones, jugadores de todo el mudo y 30 franquicias; Cuba, poco más de 11 millones, tiene 16 franquicias y se nutre solo de efectivos nacionales y el éxodo de los últimos años pone al rey de nuestros campeonatos en un jaque crucial.
Si la Serie Nacional corre tal suerte, el campeonato de fútbol nacional, ya con más de un centenar de ediciones, constituye el último desastre transmitido por Tele Rebelde. Algunos juegos se efectúan con menos de las 72 horas reglamentadas por la FIFA, con espacio de descanso insuficiente y demoledor de atletas. Los estadios sin condiciones, la atención bien diferente al béisbol, cuyos jugadores se hospedan en hoteles aceptables y viajan en confortables ómnibus, y tantos etcéteras negativos posee, que no parece realmente una competición nacional.

Cierto que no todas las canchas reúnen las condiciones, pero usar unas pocas a lo largo de todo el país resta la oportunidad a algunas selecciones de jugar en su casa y se subutilizan algunas.
La LSB dista de la de los famosos años ´80 y las grandes complejidades impresas sobre esta edición constituyen el término impuesto a la cantidad de partidos y al número de canchas al que llega la competición: solo tres salas polivalentes en la etapa clasificatoria.
Estos dos últimos eventos necesitan una inyección de emoción, un impulso hacia el nivel del área, por no hablar de la disponibilidad de información y divulgación de las competiciones. Solo a pequeñas pinceladas en las transmisiones televisivas y en la web brillan por su incapacidad de ir más allá de la simplicidad de marcadores y resultados.
Cabe interrogarse: ¿falta estímulo monetario o seriedad en los encargados de hacer espectáculo? ¿nadie quiere negociar con Cuba o los métodos no figuran indicados?, ¿abrir nuestro deporte a la inversión privada, o replantearse el asunto desde adentro?, ¿seguir en este rumbo desastroso o marcar un paso adecuado y decir basta?
¿Otra víctima? La cultura de hincha. La dejaron caer y solo aparece a brochazos en las fases finales o en deportes inéditos. Los cambios atentan, con esta centralización del espectáculo (si es que podemos llamarlo así), contra la cultura de asistir a un estadio, de animar a tu equipo.
Actualmente, en América solo la Serie Nacional, con todos sus problemas, goza de algún protagonismo y las demás figuran casi inexistentes y lógicamente incomparables, tanto cualitativa como cuantitativamente con esta.
Muchos de los países del continente desarrollaron el deporte apadrinados por colaboradores cubanos y ahora van de largo. Y a pesar de huir de los métodos capitalistas, acá limitan la visión del deporte a números netos, se olvidan de la afición, se ajustan a presupuestos y destruyen con la imprudencia. Mientras en el mundo, el señor dinero, aliado al deporte, ruge los rieles a paso de locomotora.  

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