Pudo haber sido peor. Si en vez de irrumpir en la actualidad,
hubiese nacido siglos atrás, nuestra historia hubiese sido bien
distinta. Imaginen al destacado almirante diciendo a viva voz: «Esta es
la tierra con más pinta, a la que ojos humanos le han echado un looking».
Intenten visualizar por un momento a la tropa del Generalísimo en su
primera carga, cantando su himno de combate: «¡Machete afila ́o!
¡Machete afila ́o! Tírenlos contra el muro». ¿Cómo hubiese transcurrido
la mayor tiradera de la historia entre el miki Martínez Campos y un repa tan patriota como Maceo protestando, con tremendo aguaje, a la sombra de los mangos de Baraguá?
Por suerte, el reguetón es un virus moderno. Lamentablemente no
tiene cura, se propaga con gran facilidad, contiene una cepa bastante
contagiosa, aunque dicen los médicos que es posible evitarlo. Yo, que
critico la banalidad y estoy en contra de todo lo que es mediocre,
incluyendo las actitudes personales mediocres, debo confesar que tengo
momentos de duda. «¿Perrear o no perrear? He ahí la cuestión».
Desde su llegada no todo ha sido desolación. De hecho, algunos
reguetoneros han usado recursos expresivos y estructuras gramaticales
que demuestran determinado intelecto: «Luces tan bien que hasta la
sombra te combina» (Daddy Yankee: 2004) o «Tu madre y tu padre contigo
botaron la bola; yo tengo el abono que está pidiendo esa amapola» (DY:
2004); «En cuestiones del amor unos son fresa y otros, chocolate» (Alea y
Tabío citado por Los cuatro: 2010); «Me pongo triste cuando llega
diciembre, es que me duele tanto la soledad» (El Chacal: 2011); «Eres
más Guasón que Jack Nicholsón» (DY: 2013); o «Quizás son cosas
que tú no comprendas, quizás son cosas que a ti te sorprendan, pero
quiero decirte algo: aún conservo tu bolsita de merienda» (Yonqui:
2012).
También hay otros con composiciones inexplicables como:«Tú eres
guasa guasa» (Calderón: 2003); «Móntame en la camella» o «La gata está
pidiendo que le funda el foco, saoco, papi, saoco» (Wisin y Yandel:
2004); «Mami pon la olla que aquí está tu caldo» (DY: 2005); «Sacude y
saca petróleo» (Elvis Manuel: 2006), «Yo nunca me perdí, ahora fue que
me encontré» (Jacob Forever: 2016) y «A ella le gusta el ona» (Harrison:
2016).
Algunas intentaron utilizar recursos infanto-juveniles para llegar a
sus públicos más diversos. El tema más pegado de aquellos tiempos fue La caperucita roja, del Clan 537. Todo el mundo recuerda su estribillo:
—Caperucita, deja que yo te coja.
—Ay, lobo, si tú eres mala hoja.
Los que la tachaban de vulgar, no recuerdan una parte importante de la letra en que se decía:
Aladino te está dando vueltas, /
con Robin Hood y el Señor de los anillos, /
y me enteré que este fin de semana /
la bestia te invitó a su castillo. /
El Zorro, Tarzán, Cuasimodo /
y los tres mosqueteros /
pidiéndote la mano, /
Spiderman te echó la escopeta /
y Shrek te invitó su pantano.
Aunque no me explico qué hacía en ese grupo de pretendientes el
Señor de los anillos, no se puede negar que hay un intento de
elaboración superior al de otras canciones del género. En este artículo
no ocuparé espacio para hablar de las vulgaridades, malas palabras y
faltas de respeto que inundan el reguetón, pues no me alcanzaría la
revista completa, y tampoco me publicarían el texto por normas básicas
de educación.
Terminaré con un ejemplo, de los más recientes que escuché y que me
hizo confirmar una vez más que el problema no tiene solución. Estaba en
Holguín y Susana, una joven de 17 años, me pasó un tema —lo último—,
que algunos podrán defender como creativo. En la letra de la canción la
muchacha le comentaba a un muchacho que ella tenía «un novio que se
llamaba Pamelo, y se apellidaba Chú». De ahí en adelante, con ritmo
contagioso, la cantante repetía su nombre completo unas quince veces
PameloChú, PameloChú, PameloChú.
Para que nadie los acuse de «desenfoque de género», el muchacho le
respondía que él también tenía una novia que se llamaba Pamela Chú, y
repetía su nombre muchas veces.
Pero ojo, los reguetoneros tienen conciencia y noción del peligro.
Con una letra tan fácil, vulgar, espantosa, necesitan ponerle un título
que intente ser profundo, rimbombante, literario. Y es así que esa
canción, sin más letra o historia que las que ya les comenté,
inexplicablemente se llama: La venganza de Pamela.
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