El palón divino

Zona arqueológica El Infiernito.



Rodolfo Romero Reyes
Por mucho que uno intente ser repa, escuchar y entender el reguetón, e incluso ser defensor en algunos espacios de este género, la realidad te supera. El ejemplo mejor soy yo —modestia, apártate que viene la galleta—, disfruté la adolescencia con los orígenes de esta música contagiosa, tuve novias de las que algunas canciones de Don Omar, Daddy Yanque, Wisin, Yandel, evocan recuerdos; estudié periodismo mientras se separaban Baby Lores e Insurrecto y se unían el Chacal y Yakarta, culminé mi servicio social con Alexander garantizando la inmortalidad de su sello Gente de Zona y, aun así, la vida me da sorpresas.

En una reunión de trabajo alguien pregunta, asumiendo que, aunque la mayoría no sabría, yo seguramente daba en el clavo: «Caballero, ¿ya escucharon la canción del «Palón divino»? Mi respuesta negativa fue seguida de un grupo de comentarios: «Sí, el otro día lo pusieron en la guagua»; «Mi sobrina la tiene» y —este para mí es el más desafortunado—: «yo descubrí el palón divino en Camagüey, con los muchachos del Fajardo que estaban en las Universiadas».

De ahí en adelante pasó lo que siempre pasa cuando un grupo de profesionales descubren un tema nuevo de reguetón, empiezan a denigrar el género. Intenté salir en su defensa, pero al escuchar la frase más pegajosa del nuevo hit me quedé prácticamente sin argumentos: «Soy negro, soy feo, pero soy tu asesino, no es la cara ni el cuerpo ma, es mi palón divino».

Una de las cosas buenas que tiene el reguetón es que siempre nutre de contenido la sección humorística de esta revista. Como saben quiénes nos leen asiduamente, intentamos indagar un poco para no irnos con la de trapo. En este caso, el autor del tema es Chocolate, quien compuso letras inolvidables como «Parapapanpan, cógelo suave que esto aquí no es un campismo» y «¡Qué viva la leche!», versionó junto a Chacal y Yakarta la canción infantil «Dale pal hospital», compartió con ellos la autoría de «Sexo, yo lo que quiero es sexo» y popularizó el baile más famoso de la temporada anterior «El guachineo».

Es decir, no es de los reguetoneros el de peor trayectoria. Tampoco es el primero que menciona al «palo» en las canciones. Recuerdan «échale un palo, dos más, tres palos» o «esto es un palo por la cara»; aunque no se referían directamente al miembro reproductor masculino. Este había sido denominado anteriormente como «tuba» —que se partía en dos y en tres—, «tubo» en la canción de Los tres gatos, «la cañandonga», «el tubazo», «mi amiguito el Pipi», «la guaripola», entre otros.

En este punto se observa cierto androcentrismo. Si bien es verdad que el reguetón en su mayoría es falocéntrico, también el mundo repa ha destinado sustantivos un tanto creativos para referirse a las partes íntimas de la mujer como «El pudín» y «La popola».

¿Dónde radica el éxito de Chocolate entonces? Primero: la supremacía de su falo que lo ubica vencedor en todas las ligas —obsérvese que gana por tamaño, palón, y también por su omnipotencia, divino—; segundo, refuerza mitos populares —es negro, de ahí el palón—; tercero, defiende que las mujeres no son superficiales pues no se fijan en la cara ni en el cuerpo; y cuarto, antes de que el tema agote sus semanas de popularidad tuvo la capacidad de componer una nueva canción que continúa la saga.

Para todo artista hacer la segunda parte de una película, novela o canción, es un reto con independencia de que sea cine, literatura o música. En cambio, el talentoso joven cubano aparece enseguida con una composición en la que mantiene su espíritu crítico de la primera entrega —sigue siendo feo—, pero le ofrece a su mujer —en este caso, mulata— un rol menos pasivo que ese al que habitualmente están condenadas en otras canciones de reguetón.

Obviamente, producto de lo fugaz que resultó el tiempo empleado para componer, se ve como Chocolate usa palabras similares, misma melodía e idéntico lenguaje vulgar. La segunda parte de esta canción, que ya se repite y tararea en discotecas, barrios y universidades de todo el país, dice: «Yo sé que yo soy tu asesino, pero tengo que reconocer que tú eres mi asesina, que yo sé que yo te di a ti con mi palón divino, y después tú me metiste a mí con tu tota divina».

Un detalle que la crítica no pasa por alto es la magnitud del «sexo fuerte» que practican los reguetoneros. Fíjense que tanto el palón como su opuesto femenino no se utilizan para compenetrarse sino como instrumento de violencia: él le da con su palón divino y ella también lo golpea con su divinidad.

Lo que sí es seguro, amigos y amigas, es que, desde la primera parte de esta serie musical, Chocolate evitó el fenómeno conocido como «la tiradera». La guerra de tronos por el título del «palón divino» queda reducida a un grupo muy selecto, integrado únicamente por el Micha —en esa liga no compiten ni Alexander, ni Jorgito Junior, mucho menos el Yonqui. El resto, podrán intentarlo, pero les auguro un fracaso. ¿Qué pudieran cantarle, en respuesta, Osmany García, Baby Lores, Yomil? «Soy blanco, bajito, ni siquiera tengo palón, lo que tengo es un palito».

Tomado de Revista Alma Mater

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