Por: Gabriela Roig Rosell
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La
primera vez que lo vi correr fue en Beijing 2008. Usain Bolt había
paralizado los cronómetros en 9. 69 segundos imponiendo un nuevo récord
mundial y olímpico. Todo el que haya visto la final de los 100 metros,
seguramente recordará la increíble ventaja que sacó el bólido jamaiquino
al resto de los competidores.
Incluso
con una zapatilla desamarrada, cerca de la meta se permitió bajar la
velocidad para celebrar su victoria. Desde entonces no falté frente al
televisor a una sola carrera del relámpago
(Bolt en español). Me había sorprendido la increíble celeridad y el
carácter desenfadado de ese hombre de 1.95 metros de estatura.
Luego
de reinar en la prueba más veloz, se coronó también en los 200 metros y
en el relevo de 4x100 junto a sus compatriotas, implantando nuevamente
la marca mundial y olímpica en ambos casos. De esa manera, igualaba los
triunfos del estadounidense Carl Lewis en Los Ángeles 1984.
Un
año más tarde, en el Campeonato Mundial de Berlín en 2009 pulverizó sus
propios récords. En esta ocasión con 9.58 y 19.19 segundos en los
eventos de 100 y 200 metros respectivamente. ¡Qué ironías tiene la vida!
¡Y pensar que en sus inicios Usain se dedicaba exclusivamente a las
pruebas de 200 y 400 metros!
Las
dudas sobre la “integridad” de Bolt no se hicieron esperar. No
obstante, ninguno de los controles antidoping de la Asociación
Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) dio positivo, y como
premio a su entereza deportiva fue galardonado en tres ocasiones como
Atleta del Año de dicha organización.
Sufrí
desde mi butaca su descalificación en la final de los 100 metros en el
mundial de Daegu en 2011. Los nervios le jugaron una mala pasada, pero
ese sería el primer y último tropiezo. A partir de entonces conquistó
los metales dorados en los venideros mundiales y olimpiadas en las
pruebas que era especialista.
El
hombre que encontró la manera de volar, como diría el comentarista
Rodolfo García, se despide del deporte activo a sus 31 años aunque ha
manifestado sus intenciones de incursionar en el fútbol.

Este
sábado 5 de agosto de 2017, Bolt corrió por última vez en el Estadio
Olímpico de Londres durante el campeonato mundial. Dijo adiós a las
pistas en la carrera más difícil: la del retiro.
A
pesar de conquistar el tercer puesto, dio batalla hasta la meta como
hacen los grandes. Nadie quiso perderse ese momento. Tanto así, que las
cámaras dejaron a un lado al nuevo campeón Justin Gatlin para seguir a
la leyenda.
Aunque
dicho resultado ya se podía vaticinar, pues en las semifinales arrancó
demasiado lento, me gusta pensar que existieron otras razones. Siempre
que el mundo hacía silencio para ver a Bolt, en mi casa, créanlo o no,
tronaba.
Siempre
disfrutaba de sus presentaciones con miedo a que algún trueno rompiera
mi televisor. Pero el pronóstico del tiempo no lo favorecía, al menos en
la región central. Después de la carrera, solo escasas lloviznas y nada
de truenos.
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