Comprar un libro y no morir de hambre en el intento. Capítulo 3

Son pocas y esta es una de ellas. En Cienfuegos existe una librería particular que no está hecha pensando en clientes extranjeros. Continúa con la tercera entrega de nuestra edición: "Cómo comprar un libro y no morir de hambre en el intento"



Prólogo


Capítulo 1: Lucy

 

Capítulo 2: Numancia 

 

Capítulo 3: Roberto

 


Como de costumbre, el jueves a las diez de la mañana aparece el crucero. Cienfuegos se caracteriza por la limpieza de sus calles y por la cantidad de turistas que las transitan. Según el periódico local, fue catalogada por The Boston Globe como una de las mejores ciudades cubanas para visitar.
No se puede decir exactamente que el cienfueguero de a pie no se toma en cuenta a la hora de crear establecimientos recreativos y gastronómicos, tanto particulares como estatales, pero tampoco se estaría muy lejos de la verdad con esta idea. Para ser justos, este fenómeno se puede observar en cualquier urbe caribeña con la bendición de tener bahía y puerto. 
Por este motivo, no resulta sorprendente el surgimiento de una librería pensada solamente para el lector extranjero. Aunque los dueños del establecimiento no lo reconozcan abiertamente, solo así podrían justificarse los precios tan altos y, además, en moneda convertible y no en CUP. Pero… ¡¿una librería particular pensada para cubanos?! 
Una señora se acerca a La Escuadra. A diferencia de lo que podría pensar cualquier transeúnte, no pretende comprar una junta para la olla, ni cualquier otra artesanía en las mesas donde decenas de cuentapropistas exhiben sus productos. Casi al final de este pasaje, semejante a un bazar, saluda a un viejo conocido suyo… 




Roberto Sotolongo, quien fundó hace casi veinte años la librería, asegura que el cliente extranjero no está priorizado en este lugar. Además, se rechaza la malsana estrategia de perseguir las ediciones cubanas de textos que salen en los anaqueles estatales para después revenderlos a precios exorbitantes. Aquí se piensa en subsistir y no en el enriquecimiento ni en el asedio al turista. 
Existe otro tipo de lector, al que le gustan las novelas del oeste o las de Corín-Tellado, que se favorece con el servicio de alquiler que se brinda en este sitio. Junto al mecanismo de compra-venta, la renta de las obras favorece económicamente al consumidor de literatura. 
En un lugar tan intrincado, sería necesario un trabajo promotor muy fuerte para que el público pueda disfrutar de las ofertas de este magnífico establecimiento. 
Lleva el nombre de un cuento de Onelio Jorge Cardoso, en el cual se habla de las dos hambres: la material y la espiritual. Por eso “El caballito de coral” resiste a los golpes del tiempo, porque siempre existirá ese deseo del hombre por regresar al libro, aunque sean menos cada día los seguidores de esta tradición tan espiritualmente enriquecedora. 
“Clientela no me ha faltado durante los veinte años que llevo aquí. Sin embargo, mucha juventud no lee. No le podemos echar la culpa tampoco a la competencia de los medios. Hay que incentivar el trabajo de promoción, la cual debe ser agresiva”.

Por: Miguel Angel Castiñeira García



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